Mikel Herrero y Olaia Chocarro, desde San Sebastián hasta Níjar para homenajear al niño.Hay historias que sabes cómo comienzan pero no cómo van a terminar. Estás en casa, viendo las noticias, sintiendo como propio el drama que vive una familia -y toda una provincia- a mil kilómetros de distancia. Y decides hacer algo. Porque la solidaridad y empatía que ha provocado el 'pescaíto' Gabriel no es una ola, es un tsunami, capaz de mojar desde Almería los pies de una pareja de San Sebastián. Un efecto mariposa que lleva a Mikel Herrero y Olaia Chocarro, decoradores artísticos, a coger su furgoneta y cruzar el país de norte a sureste para homenajear al niño como mejor saben hacer: dibujando.
El resultado de ese viaje –físico y vital- es un enorme mural que ya recuerda al pequeño en un lugar donde pasó veranos muy felices: la casa de su abuela paterna en Las Hortichuelas. Un grafiti presidido por el rostro sonriente de Gabriel, con una gorra del revés en la que luce su nombre, y en el que también se le puede ver lanzándose al agua. De fondo, la arena, el mar y, con trazo infantil, un banco de pececillos que quieren escapar de un tiburón.
Mikel y Olaia no tenían esa composición en mente cuando se plantaron en Níjar el domingo 18 de marzo, después de una larga jornada de viaje desde el País Vasco. Ni mucho menos intuían que la casa familiar les serviría de lienzo. “Nuestra idea era presentarnos en el Ayuntamiento y exponerles nuestro proyecto, que nos pudieran ceder algún espacio y que por mediación suya pudieran localizar a la familia y tener la autorización de los padres”, cuenta él en conversación telefónica con LA VOZ apenas un día después de haber regresado a San Sebastián tras una semana en tierras almerienses.
Durante su recorrido por el pueblo no encontraron ningún lugar idóneo y al ser domingo tampoco podían ir al consistorio. “La madre de Olaia había escuchado en televisión que en Las Hortichuelas querían dedicarle al niño un parque en verano y decidimos ir, sin saber que era un núcleo apartado del pueblo”.
Decidieron hacer noche allí, en la furgoneta, y al despertar a la mañana siguiente preguntaron a un vecino cuál era el domicilio de la familia de Gabriel. “Habíamos aparcado muy próximos y él mismo nos llevó. Cuando íbamos llegando comenzamos a ver cosas familiares: la zona, el camino en el que se perdió el niño, la casa. Y cuando nos pusimos a andar, al doblar una esquina, nos cruzamos las miradas con Ángel. No queríamos molestar a nadie y menos en una situación así, son momentos duros. Nuestra única intención era ir al Ayuntamiento”, subraya Mikel.
Tras vencer los nervios, la pareja expuso al padre del crío su proyecto. “Le contamos que habíamos venido desde San Sebastián y lo que queríamos hacer, nos dio un abrazo y nos abrió la puerta de su casa. Es una familia maravillosa y Ángel tiene algo especial. Nos dijo que la idea era muy bonita pero que tenía que hablarlo con Patricia. Nosotros le dijimos que no nos importaba volver más adelante y realizar el mural en el parque una vez que estuviera hecho”. Y así se despidieron.
Sin embargo, esa misma tarde de lunes sonó el teléfono de Mikel. Había tenido una idea: podían pintarlo en casa de su madre, en una pared que da justo a una pequeña piscina. “Cuando lo vimos, supimos que era el lugar perfecto, porque el crío siempre se estaba bañando ahí. Ángel nos enseñó varias fotos pero nos quedamos con una que él le sacó con el móvil y en la que aparece saltando de bomba”.
Como la imagen no permitía ver bien el rostro del pequeño, la pareja se pasó dos días realizando diversos montajes con otras instantáneas que la familia les cedió. “Fue su abuela la que nos sugirió el retrato de la gorra, una gorra con la que siempre salía de casa. Nosotros llegamos sin saber muy bien qué íbamos a hacer y al final lo fuimos pintando con la familia”.
El toque definitivo llegó cuando Mikel y Olaia incorporaron al mural el detalle de los peces. “Es un dibujo real, hecho por Gabriel, en el que se ve a un tiburón persiguiendo a unos pececillos. Lo quisimos recrear tal cual es, con sus imperfecciones”.
Por fin, después de una semana “con mil emociones diferentes”, nació una obra única y llena de autenticidad. “Recuerdo una frase de Ángel: lo mal que lo estaban pasando pero que durante unos segundos les habíamos sacado una sonrisa gracias a los recuerdos, a las fotografías. Tienes tu vida normal y en un momento estás donde ha sucedido algo así… Había días que era irreal estar allí. Han sido momentos muy bonitos y muy dolorosos”.
Hay historias que sabes cómo comienzan pero no cómo van a terminar. Y así nació un gigantesco mural en el que Gabriel, el chico de la enorme sonrisa infantil, vuelve a lanzarse –feliz, asombrado, libre- a la piscina de su abuela. Ante los ojos de su padre. En un verano eterno.
(La voz de Almería)
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