Por razones civiles se suprimieron, de hecho, los Cultos iniciales en honor de la Patrona. El Ayuntamiento hubiese podido retrasar media hora el inicio de la Feria. Ayer, en su procesión, la desagraviamos.
La procesión de la Virgen del Mar, anoche, debería haber puesto fin a sus Cultos pero, sin embargo, éstos no comenzaron oficialmente, por vez primera en la historia.
Para el día 19 estaba señalado su inicio: a las ocho de la tarde, Septenario, con Exposición del Santísimo, rezo del Santo Rosario y Eucaristía, presidida por Monseñor Fray Juan José Larrañeta, Obispo emérito de Puerto Maldonado (Perú); y, a las 21’15, Pregón en su honor. Cerraría la Coral Virgen del Mar.
Sin embargo, el Padre Prior de los Dominicos, custodios de la Virgen del Mar, la tarde anterior decidió suprimir el septenario, adelantar la hora del Pregón a las 19’45 y reducir su duración a la tercera parte del tiempo programado, lo que la Muy Antigua, Pontificia, Real e Ilustre Hermandad de la Santísima Virgen del Mar, aceptó con humildad.
Y, todo, se dijo, por decisión de la Concejalía de Cultura para que pudiesen acudir las autoridades civiles pues el Ayuntamiento, a causa del luto oficial por la tragedia de Barcelona, había aplazado un día -pero manteniendo el horario- el Pregón de la Feria.
Yo siempre había creído en lo de “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es el César”, por lo que pienso que los Cultos de la Virgen del Mar –Patrona de Almería y a la que está dedicada su Feria, y así consta en el Programa oficial y en el Cartel anunciador- deberían haberse mantenido como estaban programados, ya que eran prioritarios y no se habían visto alterados por el luto. Hubiese correspondido al Ayuntamiento retrasar media hora, lo que ningún quebranto suponía, su Pregón de Feria en la nueva fecha. Pero el Padre Prior se plegó a las instrucciones municipales.
Como almeriense, lamento la raquitización de aquel acto solemne. ¿Un ejemplo banal? Piénsese –pongamos- que en el banquete oficial en honor de la reina de Camelot, preludio de los días festivos de sus celebraciones, a la hora de la cena el Jefe de su Casa anunciase que sólo se iba a ofrecer una rodaja de salchichón, y que se suprimían los conciertos, el baile y los demás fastos.
La Virgen del Mar es más importante y merece todos los honores. La práctica supresión de los actos solemnes de su homenaje ha empobrecido la dignidad no sólo de la Virgen, sino de Almería, imposibilitada de rendir a su Patrona el homenaje de religiosidad popular de cada año, pues el sábado era el día grande de la Virgen –único en el año- un solo día para Ella. Yo, como encargado del Pregón, sugerí mantenerlo y pedirle a las autoridades civiles que retrasasen media hora el Pregón ferial (a lo que, conociendo su devoción, hubiesen accedido, sin duda) o que acudiesen a los Cultos de manera testimonial o aplazar esos Cultos de la Virgen o seguir cada uno por su lado: el religioso y el civil. Todo menos amputarlos y menospreciar la grandeza de la expresión del amor de Almería a su Madre y Patrona, en cuyo honor –insisto- se celebran la Feria y los Cultos.
No fui atendido y, en menos de veinticuatro horas, hube de mutilar el Pregón –en el que me había aplicado durante meses con amor, ilusión y devoción- a un tercio de lo redactado, suprimiendo todo lo personal y las anécdotas simpáticas, algunas divertidas, humanas; las vivencias de la Virgen con su Hijo... Quedó, pues, un tanto desalmado, deslavazado y falto de ritmo y de armonía.
Como almeriense e hijo de la Virgen del Mar –no como Su pregonero: no soy en absoluto vanidoso, sino devoto de Ella, a la que agradezco el altísimo honor de haberla Pregonado, la mayor dignidad que le cabe a un almeriense cristiano- lamento la devaluación del Homenaje de Almería.
Pero esa desgracia ya es historia triste. Anoche, los almerienses tuvimos la oportunidad –y así lo hicimos- de desagraviar a nuestra Patrona con la asistencia multitudinaria, masiva, a su Procesión.
La procesión por las calles de Almería -las sendas interiores de nuestra alma- no fue una exhibición, sino una comunión: la Virgen no procesionó para que la viéramos sino para vernos y oírnos, para estar con sus hijos. Fue una visita Suya, como Madre, a la casa -el alma- de cada uno de nosotros para darnos y para pedirnos amor: Madre amantísima, Consuelo de los afligidos, Reina de la familia... Nuestra Virgen almeriense es la Madre de una familia supernumerosa, a la que une.
Toda Almería aprovechó la oportunidad, ayer, de darle gracias y de verla como vida, dulzura y esperanza. Y, con esa emocionada esperanza, pedirle que nos mire con sus ojos misericordiosos y que ruegue por nosotros en el amor y en el desamor, en la alegría y en la tristeza, en la buena y en la mala ventura, en la esperanza y en la desesperanza…
¡Viva, siempre, pese a algunos, la Virgen del Mar!
Llora Almería España entera y Almería, hermana de Barcelona. Los milagros no duran para siempre y el terror ha matado a víctimas inocentes mientras paseaban felices. ¿Inevitable? La falta de comunicación a la policía estatal y el CNI, lo expedito del recorrido de la furgoneta mortífera, y... He oído a una testigo que el asesino conducía riendo. Hemos de enfriar la ira y mantener la pena: con las entrañas no se piensa. El ISIS dice “vosotros queréis la vida; nosotros, la muerte”. Yo, la muerte de la muerte. La paz.
Los toros, más caros La empresa, agoniosa, se ha burlado del público y de la afición fiel. El Toreo es grandeza, no miseria. Cosas así, lo están matando: aunque el IVA ha bajado del 21% al 10%, para favorecer a los espectadores, la empresa ha mantenido los precios anunciados el 22 de junio, antes de la bajada, lo que supone encarecerlos para el espectador en ese 11% no descontado.
Es un comportamiento poco ético. No es Hacienda la que encarece “Los Toros”. Es la empresa, que ha ganado un 11% a costa del sufrido espectador.
Ciro, Mattia y Pasquale Son los tres hermanillos supervivientes en el terremoto de Casamicciola Terme, en Ischia, la hermosísima “Isla Verde” del golfo de Nápoles. Me ha emocionado el pequeño héroe, Ciro, de 11 años que, en pleno seísmo, arrastró a Mattia debajo de la cama e indicó a los bomberos donde estaba Pasquale, el bebé de 7 meses.
Desde 1971 Casamicciola ha sido mi casa: mis suegros tenían una, y pasábamos con ellos las vacaciones.
Me hace feliz la salvación de los niños. Me entristece ver mi casa asolada, literalmente.
(La voz de Almería)
Para el día 19 estaba señalado su inicio: a las ocho de la tarde, Septenario, con Exposición del Santísimo, rezo del Santo Rosario y Eucaristía, presidida por Monseñor Fray Juan José Larrañeta, Obispo emérito de Puerto Maldonado (Perú); y, a las 21’15, Pregón en su honor. Cerraría la Coral Virgen del Mar.
Sin embargo, el Padre Prior de los Dominicos, custodios de la Virgen del Mar, la tarde anterior decidió suprimir el septenario, adelantar la hora del Pregón a las 19’45 y reducir su duración a la tercera parte del tiempo programado, lo que la Muy Antigua, Pontificia, Real e Ilustre Hermandad de la Santísima Virgen del Mar, aceptó con humildad.
Y, todo, se dijo, por decisión de la Concejalía de Cultura para que pudiesen acudir las autoridades civiles pues el Ayuntamiento, a causa del luto oficial por la tragedia de Barcelona, había aplazado un día -pero manteniendo el horario- el Pregón de la Feria.
Yo siempre había creído en lo de “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es el César”, por lo que pienso que los Cultos de la Virgen del Mar –Patrona de Almería y a la que está dedicada su Feria, y así consta en el Programa oficial y en el Cartel anunciador- deberían haberse mantenido como estaban programados, ya que eran prioritarios y no se habían visto alterados por el luto. Hubiese correspondido al Ayuntamiento retrasar media hora, lo que ningún quebranto suponía, su Pregón de Feria en la nueva fecha. Pero el Padre Prior se plegó a las instrucciones municipales.
Como almeriense, lamento la raquitización de aquel acto solemne. ¿Un ejemplo banal? Piénsese –pongamos- que en el banquete oficial en honor de la reina de Camelot, preludio de los días festivos de sus celebraciones, a la hora de la cena el Jefe de su Casa anunciase que sólo se iba a ofrecer una rodaja de salchichón, y que se suprimían los conciertos, el baile y los demás fastos.
La Virgen del Mar es más importante y merece todos los honores. La práctica supresión de los actos solemnes de su homenaje ha empobrecido la dignidad no sólo de la Virgen, sino de Almería, imposibilitada de rendir a su Patrona el homenaje de religiosidad popular de cada año, pues el sábado era el día grande de la Virgen –único en el año- un solo día para Ella. Yo, como encargado del Pregón, sugerí mantenerlo y pedirle a las autoridades civiles que retrasasen media hora el Pregón ferial (a lo que, conociendo su devoción, hubiesen accedido, sin duda) o que acudiesen a los Cultos de manera testimonial o aplazar esos Cultos de la Virgen o seguir cada uno por su lado: el religioso y el civil. Todo menos amputarlos y menospreciar la grandeza de la expresión del amor de Almería a su Madre y Patrona, en cuyo honor –insisto- se celebran la Feria y los Cultos.
No fui atendido y, en menos de veinticuatro horas, hube de mutilar el Pregón –en el que me había aplicado durante meses con amor, ilusión y devoción- a un tercio de lo redactado, suprimiendo todo lo personal y las anécdotas simpáticas, algunas divertidas, humanas; las vivencias de la Virgen con su Hijo... Quedó, pues, un tanto desalmado, deslavazado y falto de ritmo y de armonía.
Como almeriense e hijo de la Virgen del Mar –no como Su pregonero: no soy en absoluto vanidoso, sino devoto de Ella, a la que agradezco el altísimo honor de haberla Pregonado, la mayor dignidad que le cabe a un almeriense cristiano- lamento la devaluación del Homenaje de Almería.
Pero esa desgracia ya es historia triste. Anoche, los almerienses tuvimos la oportunidad –y así lo hicimos- de desagraviar a nuestra Patrona con la asistencia multitudinaria, masiva, a su Procesión.
La procesión por las calles de Almería -las sendas interiores de nuestra alma- no fue una exhibición, sino una comunión: la Virgen no procesionó para que la viéramos sino para vernos y oírnos, para estar con sus hijos. Fue una visita Suya, como Madre, a la casa -el alma- de cada uno de nosotros para darnos y para pedirnos amor: Madre amantísima, Consuelo de los afligidos, Reina de la familia... Nuestra Virgen almeriense es la Madre de una familia supernumerosa, a la que une.
Toda Almería aprovechó la oportunidad, ayer, de darle gracias y de verla como vida, dulzura y esperanza. Y, con esa emocionada esperanza, pedirle que nos mire con sus ojos misericordiosos y que ruegue por nosotros en el amor y en el desamor, en la alegría y en la tristeza, en la buena y en la mala ventura, en la esperanza y en la desesperanza…
¡Viva, siempre, pese a algunos, la Virgen del Mar!
Llora Almería España entera y Almería, hermana de Barcelona. Los milagros no duran para siempre y el terror ha matado a víctimas inocentes mientras paseaban felices. ¿Inevitable? La falta de comunicación a la policía estatal y el CNI, lo expedito del recorrido de la furgoneta mortífera, y... He oído a una testigo que el asesino conducía riendo. Hemos de enfriar la ira y mantener la pena: con las entrañas no se piensa. El ISIS dice “vosotros queréis la vida; nosotros, la muerte”. Yo, la muerte de la muerte. La paz.
Los toros, más caros La empresa, agoniosa, se ha burlado del público y de la afición fiel. El Toreo es grandeza, no miseria. Cosas así, lo están matando: aunque el IVA ha bajado del 21% al 10%, para favorecer a los espectadores, la empresa ha mantenido los precios anunciados el 22 de junio, antes de la bajada, lo que supone encarecerlos para el espectador en ese 11% no descontado.
Es un comportamiento poco ético. No es Hacienda la que encarece “Los Toros”. Es la empresa, que ha ganado un 11% a costa del sufrido espectador.
Ciro, Mattia y Pasquale Son los tres hermanillos supervivientes en el terremoto de Casamicciola Terme, en Ischia, la hermosísima “Isla Verde” del golfo de Nápoles. Me ha emocionado el pequeño héroe, Ciro, de 11 años que, en pleno seísmo, arrastró a Mattia debajo de la cama e indicó a los bomberos donde estaba Pasquale, el bebé de 7 meses.
Desde 1971 Casamicciola ha sido mi casa: mis suegros tenían una, y pasábamos con ellos las vacaciones.
Me hace feliz la salvación de los niños. Me entristece ver mi casa asolada, literalmente.
(La voz de Almería)
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