El barrio de Nueva Andalucía es hoy una de las zonas clave de Almería y hogar de dos almerienses de vida muy curiosa.
A pesar de su relativa juventud, Nueva Andalucía es hoy una de las zonas clave de Almería. Allí han vivido durante décadas Bartolomé Fernández Navarro y Emilio López Úbeda, dos embajadores de un barrio cuya transformación vieron desde los inicios.
Bartolomé tiene 64 años y es tapicero desde hace 50. “Mi madre me metió a trabajar con 14 años. En el taller había 10 aprendices y solamente quedamos 2”, cuenta a modo de presentación.
Comercios de los 80
En el barrio todos lo conocen como Bartolo. Mientras relata cómo él y otros vecinos de edad similar llegaron al lugar en los 80, muestra una fotografía en la que se le puede ver rodeado de algunos de los que abrieron negocios en aquella época.
“Esto ha cambiado mucho. Ese parque compró a Macael unos camiones de losa y nosotros mismos empezamos a hacer la obra. Había albañiles en el barrio, más todos lo que llevábamos esto para adelante”, prosigue, refiriéndose al parque situado en el cruce de la avenida Padre Méndez con la calle Santiago.
Subiendo desde el parque por esta última calle, se observan varios bloques de pisos que Bartolomé clasifica en tres franjas. En la de abajo se sitúan las viviendas de los guardias municipales y los trabajadores del catastro. En la de en medio, de edificios amarillos, viven los maestros. En la última, ya en la parte alta del barrio -por donde el bar Cliffer-, se encuentran los pisos de los taxistas.
Y es que en la Nueva Andalucía de los 80 “todo era vega y bancales, desde la carretera de Ronda hasta la avenida del Mediterráneo. Empezaron a edificar cuando hubo el boom económico”.
“Es un sitio en el que toda la gente que había era joven y ya nos hemos hecho todos mayores”, explica. Además, muchos de los comercios se vieron arrastrados por la crisis: “Llegas a la calle Calzada de Castro y encuentras cerrado un local sí un local no”.
En su opinión, el barrio “ahora está muy abandonado”. “Una de las calles principales de Almería es la calle Santiago, que está en un estado lamentable”, especifica.
Como tapicero, Bartolomé ha tratado una infinidad de géneros, desde los muebles de las salas de espera y quirófanos de la Clínica Mediterráneo, el Hospital Torrecárdenas, la Bola Azul, la Cruz Roja y el Hospital Provincial, a los sillones de la Diputación Provincial; como los del Salón de Plenos, cuya tela granate palpa mientras detalla cómo transcurrieron aquellos años.
Bartolomé recibió muchos encargos de la Junta de Andalucía. “Cerraban las plantas durante el mes de agosto y a lo mejor tenía que hacer 80 habitaciones de un hospital”.
Trabajos variopintos
También ha tapizado los asientos y las piezas de las maquinarias de los pabellones deportivos de La Colonia de los Ángeles y de Nueva Andalucía, así como el mobiliario de oficina de numerosos despachos. Tapizó incluso varios muebles de la antigua casa señorial de la plaza de Emilio Pérez, ahora reconvertida en el Museo Doña Pakyta.
Además de con sofás y sillones, ha trabajado con balancines, ataúdes, cabeceros de cama, sillitas de bebé, colchones y asientos de moto de las marcas Yamaha, Honda y Derbi. “Aquí se tapizaba de todo”, dice sonriendo. Sin embargo, una lesión en el hombro le impidió seguir trabajando.
El batiburrillo de rollos de tela confiere a su taller un aura pintoresca, de la que participan calendarios, fotos, teteras, botellas, jaulas, vasos y demás objetos diversos.
Junto al espacio que solía ocupar un antiguo frigorífico, rememora su receso habitual a mediodía para tomar unas cervezas con los amigos, en la puerta de la tapicería.
Bartolomé dispone asimismo de un almacén bajo su vivienda, repleto de antigüedades entre las que destacan, por ejemplo, algunas de las herramientas empleadas en la construcción del Cable Inglés. “Me gustan las cosas antiguas”, declara este coleccionista enamorado de los muebles centenarios.
Preservar la historia
El segundo embajador del barrio es Emilio López Úbeda, restaurador y alumno del artista almeriense Jesús de Perceval. “Mi maestro era un genio”, comenta. El Roypa, bar convertido en punto de encuentro por excelencia del barrio, es testigo de sus palabras.
“Empecé a trabajar con él en el año 46, restaurando la Iglesia de la Virgen del Mar”, relata al tiempo que sostiene en sus manos un cuadrado de madera con piezas ensambladas que forman un mosaico.
Mientras tanto, muestra varias fotografías de marcos, abaniqueras, sillería de principios del siglo XIX, retablos, altares, ménsulas y púlpitos.
En una de ellas aparece al pie del tren con los productores de la película ‘Lawrence de Arabia’. Durante su rodaje en el año 63, Emilio confeccionó parte de los decorados de los primeros planos.
También enseña un recorte de periódico en el que Juan de Almería, periodista de antes de la guerra, describe su trabajo con Perceval.
En una carpeta de tamaño A5 se intercala este material gráfico con dibujos de algunos de sus diseños. “He hecho tantas cosas que ni yo me lo creo cuando lo pienso”, afirma. Entre ellas, creó el emblema de los saneamientos que puede verse en las carreteras.
En Nueva Andalucía coincidió con Bartolomé, de quien es amigo. En su tapicería talló dos óvalos de metro cincuenta de alto que se encuentran en la Iglesia de Santiago. Quiso abrir una escuela taller “para que quien quisiera aprendiese a moldear con barro y a dorar el pan de oro”, pero no consiguió el permiso municipal.
Ciudad desconocida “La historia de Almería es maravillosa. Los fenicios, los romanos, los árabes... Todas las culturas antiguas han pasado por aquí. Pero no hay nadie se ocupe de esa historia”, asegura Emilio. En su opinión, “lo importante es que llegue gente nueva”, personas que se interesen por ese pasado y se ocupen de rescatarlo.
(La voz de Almería)
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