Con más de 50 años en la interpretación, Amparo Valle, que falleció este jueves a los 79 años, era una de esas actrices secundarias de casta, clásicas en nuestra cinematografía, capaz de robar cualquier escena a la protagonista.
Nacida en Valencia, fue alumna de colegio religioso, aunque años después afirmaba que esto no había afectado en nada su modo de pensar. Tenía apenas 20 años cuando comenzó a dar sus primeros pasos en la interpretación y fue ahí, en 1959, cuando se subió al escenario por primera vez con el drama El delito en la isla de las cabras. Era el principio de una carrera que se extendería durante casi sesenta años y en la que no se le resistió el cine, pero tampoco la televisión y el teatro, medio en el que también quiso probar las lides de la dirección.
La llegada de Nuria Espert y su compañía a Valencia buscando una actriz hicieron que Amparo Valle consiguiese no solo su primer papel destacado en una compañía nacional sino también que conociese a Gerardo Malla, su marido y padre de sus dos hijos (Coque y Miguel), ambos también artistas. Aunque más centrada en el teatro en sus primeros años, donde interpretó papeles ideados por Brecht, Lorca, Buero Vallejo y Albee, se estrenó en la gran pantalla con pequeñas interpretaciones en María Rosa, de Armando Moreno; y El certificado, de Vicente Lluch. A lo largo de su carrera participó en títulos emblemáticos como Pim, pam, pum… ¡fuego!, de Pedro Olea; Las truchas, de José Luis García Sánchez; Extramuros, de Miguel Picazo; Espérame en el cielo, de Antonio Mercero; El vuelo de la paloma, de García Sánchez; Bajarse al moro, de Fernando Colomo; Todo es mentira, de Álvaro Fernández Armero; Flores de otro mundo, de Iciar Bollain; y Bajo las estrellas, de Félix Viscarret, entre otros.
El cortometraje fue el medio que encontró para ayudar, en la medida que pudo, a los jóvenes realizadores. Aquel humo gris, de Josefina Molina; Apunte sobre Ana, de Diego Galán; Diminutos del calvario, de J.A. Bayona; El horrible crimen ritual de la calle Tribulete, de José M. Benitez; y Ramona, de Juan Cavestany, son solo algunos de los muchos filmes en formato corto en los que participó. El camerino, de Ana Ramón Rubio, donde comparte protagonismo con Luis Bermejo fue su última incursión en este medio.
En la televisión dio vida a personajes que la hicieron muy reconocida para el espectador a lo largo de casi cuatro décadas. Pasó por algunas de las series más emblemáticas de la historia de la pequeña pantalla nacional, como Canguros, Farmacia de guardia, Hermanas, Siete vidas, Periodistas, Siete vidas, Manos a la obra, El comisario, Física o química, Doctor Mateo y La que se avecina, donde dio vida a Justi en una ficción en la que declaraba sentirse muy agusto. Sus interpretaciones le valieron el Premio Margarita Xirgu, el Premio Nacional de Teatro Universitario, el galardón a la mejor actriz en el Festival de Otoño de Madrid y el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Burdeos, por Flores de otro mundo, entre otros reconocimientos.
Nacida en Valencia, fue alumna de colegio religioso, aunque años después afirmaba que esto no había afectado en nada su modo de pensar. Tenía apenas 20 años cuando comenzó a dar sus primeros pasos en la interpretación y fue ahí, en 1959, cuando se subió al escenario por primera vez con el drama El delito en la isla de las cabras. Era el principio de una carrera que se extendería durante casi sesenta años y en la que no se le resistió el cine, pero tampoco la televisión y el teatro, medio en el que también quiso probar las lides de la dirección.
La llegada de Nuria Espert y su compañía a Valencia buscando una actriz hicieron que Amparo Valle consiguiese no solo su primer papel destacado en una compañía nacional sino también que conociese a Gerardo Malla, su marido y padre de sus dos hijos (Coque y Miguel), ambos también artistas. Aunque más centrada en el teatro en sus primeros años, donde interpretó papeles ideados por Brecht, Lorca, Buero Vallejo y Albee, se estrenó en la gran pantalla con pequeñas interpretaciones en María Rosa, de Armando Moreno; y El certificado, de Vicente Lluch. A lo largo de su carrera participó en títulos emblemáticos como Pim, pam, pum… ¡fuego!, de Pedro Olea; Las truchas, de José Luis García Sánchez; Extramuros, de Miguel Picazo; Espérame en el cielo, de Antonio Mercero; El vuelo de la paloma, de García Sánchez; Bajarse al moro, de Fernando Colomo; Todo es mentira, de Álvaro Fernández Armero; Flores de otro mundo, de Iciar Bollain; y Bajo las estrellas, de Félix Viscarret, entre otros.
El cortometraje fue el medio que encontró para ayudar, en la medida que pudo, a los jóvenes realizadores. Aquel humo gris, de Josefina Molina; Apunte sobre Ana, de Diego Galán; Diminutos del calvario, de J.A. Bayona; El horrible crimen ritual de la calle Tribulete, de José M. Benitez; y Ramona, de Juan Cavestany, son solo algunos de los muchos filmes en formato corto en los que participó. El camerino, de Ana Ramón Rubio, donde comparte protagonismo con Luis Bermejo fue su última incursión en este medio.
En la televisión dio vida a personajes que la hicieron muy reconocida para el espectador a lo largo de casi cuatro décadas. Pasó por algunas de las series más emblemáticas de la historia de la pequeña pantalla nacional, como Canguros, Farmacia de guardia, Hermanas, Siete vidas, Periodistas, Siete vidas, Manos a la obra, El comisario, Física o química, Doctor Mateo y La que se avecina, donde dio vida a Justi en una ficción en la que declaraba sentirse muy agusto. Sus interpretaciones le valieron el Premio Margarita Xirgu, el Premio Nacional de Teatro Universitario, el galardón a la mejor actriz en el Festival de Otoño de Madrid y el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Burdeos, por Flores de otro mundo, entre otros reconocimientos.
Comentarios
Publicar un comentario