Fernando Martínez López: “Es mi novela más oscura y sórdida, más por la atmósfera que por el argumento”
Fernando Martínez López, uno de los autores almerienses más reconocidos del momento, presenta su último libro, ‘Los últimos recuerdos del reloj de arena’ (Premium), mañana viernes 30 de septiembre en la Biblioteca de San José. Una historia con la que vuelve al género policíaco y rescata a tres carismáticos personajes de obras anteriores que tendrán que resolver un asesinato y el intento de otro en una Almería inhóspita.
¿Cómo surge la idea de recuperar a personajes de sus obras anteriores y crear una nueva ficción?
A veces son las ideas las que te encuentran a ti y otras tienes que buscarlas. En este caso, yo fui en su busca porque ‘Fresas amargas para siempre’ y ‘El jinete del plenilunio’ habían funcionado bien entre los lectores. Vi la oportunidad de rescatar a estos personajes en un mismo universo, en una misma aventura. Por un lado, la inspectora Gabriela Ruiz y, por otro, el inspector Víctor Perea y su ayudante Juan Heredia, un agente gitano que es muy peculiar. Con esto de ‘Mar de plástico’, parece que se está poniendo de moda.
Es una historia de corte policíaco que a nivel de género sigue la estela de ‘El jinete del plenilunio’ y de ‘Fresas amargas para siempre’, pero supone un cambio respecto a ‘Tu nombre con tinta de café’, su última gran novela, de carácter histórico. ¿Le apetecía volver a ese registro?
Trabajo distintos géneros (novela histórica con ‘El mar sigue siendo azul’ y ‘Tu nombre con tinta de café’ -que también tiene cierto corte romántico-) y ahora tocaba policíaca. Las historias oscuras también me gustan. Ésta es mi novela más oscura y sórdida, más por la atmósfera que por el argumento.
La trama transcurre en una Almería asolada por una huelga de limpieza. ¿Qué quería transmitir?
He intentado crear una atmósfera plomiza, asfixiante. Durante toda la trama tiene lugar una huelga del servicio de limpieza. Es un símil de la propia porquería que encierra el caso que tiene que investigar la inspectora Gabriela Ruiz. Una vez se resuelva, acabará la huelga. Esa atmósfera hace que el clima sea oscuro, cerrado. También influye la actitud de los personajes: Gabriela Ruiz es una persona que lucha por salir de la depresión, de la autodestrucción, y Víctor Perea es un personaje en cierta medida amargado. El contrapunto lo pone Juan Heredia.
La intermitencia de la lluvia contribuye a alimentar ese ambiente, aunque sea poco habitual en Almería, donde se sitúa la acción.
Llueve y hace mucho viento, un tiempo desapacible. No un sol radiante, ni nuestro clima encantador. Podía haber ubicado la historia en otro sitio con ese mismo clima, pero me gusta reivindicar Almería como lugar literario. Ya está bien de que siempre sean otras grandes ciudades los escenarios donde ocurren las historias. Me gustaría seguir escribiendo sobre Almería, en todas mis novelas aparece aunque sea de refilón. En la que estoy preparando ahora va a ser difícil, se va a desarrollar en Barcelona, Madrid y un poco en Alemania. Pero no quiero adelantar nada todavía.
La historia tiene lugar en el contexto de la crisis financiera. ¿Es una forma de no permanecer indiferente a la situación actual?
Más bien quiero transmitir un estado de ánimo al lector y, a partir de ahí, lo hago más receptivo a mi historia. Para mí es muy importante la ambientación de una novela. Pero claro que hablo de la crisis económica y también hablo de muertos, porque hay muertos en la obra. De hecho, homenajeo a dos personas fallecidas: Germán Coppini, cantante de Golpes Bajos, cuyas canciones aparecen constantemente como reminiscencias de mi adolescencia porque sus temas me marcaron, y un mendigo que pedía en la puerta del Carrefour Market, Pepe el Correcaminos. Era un personaje muy peculiar de Almería que murió hace unos dos años. En mi ficción se llama Pedro el Correcalles. Por otro lado, me acuerdo del único perro que he tenido, Golfillo, que murió a los seis meses y cuya pérdida me produjo gran desconsuelo.
Curiosamente, al barajar los títulos, estos más bien hacían referencia al amor porque, aunque sea de una manera un poco escondida, el libro habla de los distintos tipos de amor en casi todas sus páginas: nocivos, tóxicos, puros, desinteresados o fracasados.
La aparición del cuerpo de Claudio Berbel Ochotorena, un ginecólogo ya jubilado, y el intento del asesinato de un banquero, Eugenio Valls, desencadenan la trama. ¿De qué armas se valdrá la inspectora Gabriela Ruiz para arrojar luz sobre estos casos y probar que existe una relación entre ellos?
La inspectora viene de un periodo de baja debido a las secuelas de la resolución del caso de ‘Fresas amargas para siempre’, con el que lo pasó francamente mal. Sucumbe a su vicio, que era el alcohol, y necesita pedir una baja. Cuando se incorpora, está un poco perdida y no sabe por dónde empezar. Por eso recurre al antiguo inspector Víctor Perea. Y le asignan como ayudante a Juan Heredia, un hombre peligroso. El cuerpo de Claudio Berbel aparece en un montón de bolsas de basura. Lo descubre el mendigo Pedro el Correcalles en la calle de Nueva Almería Lagunas de Ruidera. Resulta que en su casa encuentran una foto del fallecido con el banquero al que han intentado asesinar. Esa conexión es la que pone en la pista a Gabriela, que descubre que estudiaron juntos, que fueron amigos y muchas cosas más.
Otra vez una protagonista femenina, además en un estado muy concreto: recién salida de una depresión. A través de los personajes, ¿qué otros temas aborda?
Principalmente la crisis y los pecados de nuestra sociedad: la ambición, el egoísmo. También la homosexualidad, sus prejuicios y los ataques que ésta ha despertado antes y ahora. Y, como decía, el tema del amor de forma más subliminal.
¿Por qué ese título, ‘Los últimos recuerdos del reloj de arena’?
Todos los títulos de mis novelas tienen relación con su desarrollo. Un reloj de arena no puede tener recuerdos, es algo metafórico. El lector no va a descubrir su significado hasta el final, pero puedo decir que está relacionado con cómo el reloj va perdiendo su grano conforme pasa el tiempo, es un símil con la memoria. Soy rebuscado para los títulos, no me conformo con el primero que viene a la mente.
El argumento incluye a una periodista de LA VOZ. ¿Qué aporta?
Es un papel muy secundario. A raíz de la investigación del caso, una periodista se interesa. Que aparezca muerto un personaje que ha sido conocido suscita cierto interés. Es una periodista de sucesos que conoce a Juan Heredia, con el que surgen determinadas escenas.
¿En qué momento de su carrera se encuentra?
A nivel de madurez, estoy en una etapa que se va consolidando. Siempre tienes dudas cuando escribes, surgen dudas por la reacción de los lectores. A pesar de todo, pienso que voy alcanzando cierta madurez literaria. En cuanto a ser conocido como escritor, podríamos decir que estoy un poquito estancado. A raíz de ganar el premio Felipe Trigo, pensaba que iba a ser más fácil seguir ascendiendo y no ha podido ser.
Dos años después de ‘Tu nombre con tinta de café’, el escritor publica ‘Los últimos recuerdos del reloj de arena’. Una historia con la que vuelve al género policíaco.
¿Cómo surge la idea de recuperar a personajes de sus obras anteriores y crear una nueva ficción?
A veces son las ideas las que te encuentran a ti y otras tienes que buscarlas. En este caso, yo fui en su busca porque ‘Fresas amargas para siempre’ y ‘El jinete del plenilunio’ habían funcionado bien entre los lectores. Vi la oportunidad de rescatar a estos personajes en un mismo universo, en una misma aventura. Por un lado, la inspectora Gabriela Ruiz y, por otro, el inspector Víctor Perea y su ayudante Juan Heredia, un agente gitano que es muy peculiar. Con esto de ‘Mar de plástico’, parece que se está poniendo de moda.
Es una historia de corte policíaco que a nivel de género sigue la estela de ‘El jinete del plenilunio’ y de ‘Fresas amargas para siempre’, pero supone un cambio respecto a ‘Tu nombre con tinta de café’, su última gran novela, de carácter histórico. ¿Le apetecía volver a ese registro?
Trabajo distintos géneros (novela histórica con ‘El mar sigue siendo azul’ y ‘Tu nombre con tinta de café’ -que también tiene cierto corte romántico-) y ahora tocaba policíaca. Las historias oscuras también me gustan. Ésta es mi novela más oscura y sórdida, más por la atmósfera que por el argumento.
La trama transcurre en una Almería asolada por una huelga de limpieza. ¿Qué quería transmitir?
He intentado crear una atmósfera plomiza, asfixiante. Durante toda la trama tiene lugar una huelga del servicio de limpieza. Es un símil de la propia porquería que encierra el caso que tiene que investigar la inspectora Gabriela Ruiz. Una vez se resuelva, acabará la huelga. Esa atmósfera hace que el clima sea oscuro, cerrado. También influye la actitud de los personajes: Gabriela Ruiz es una persona que lucha por salir de la depresión, de la autodestrucción, y Víctor Perea es un personaje en cierta medida amargado. El contrapunto lo pone Juan Heredia.
La intermitencia de la lluvia contribuye a alimentar ese ambiente, aunque sea poco habitual en Almería, donde se sitúa la acción.
Llueve y hace mucho viento, un tiempo desapacible. No un sol radiante, ni nuestro clima encantador. Podía haber ubicado la historia en otro sitio con ese mismo clima, pero me gusta reivindicar Almería como lugar literario. Ya está bien de que siempre sean otras grandes ciudades los escenarios donde ocurren las historias. Me gustaría seguir escribiendo sobre Almería, en todas mis novelas aparece aunque sea de refilón. En la que estoy preparando ahora va a ser difícil, se va a desarrollar en Barcelona, Madrid y un poco en Alemania. Pero no quiero adelantar nada todavía.
La historia tiene lugar en el contexto de la crisis financiera. ¿Es una forma de no permanecer indiferente a la situación actual?
Más bien quiero transmitir un estado de ánimo al lector y, a partir de ahí, lo hago más receptivo a mi historia. Para mí es muy importante la ambientación de una novela. Pero claro que hablo de la crisis económica y también hablo de muertos, porque hay muertos en la obra. De hecho, homenajeo a dos personas fallecidas: Germán Coppini, cantante de Golpes Bajos, cuyas canciones aparecen constantemente como reminiscencias de mi adolescencia porque sus temas me marcaron, y un mendigo que pedía en la puerta del Carrefour Market, Pepe el Correcaminos. Era un personaje muy peculiar de Almería que murió hace unos dos años. En mi ficción se llama Pedro el Correcalles. Por otro lado, me acuerdo del único perro que he tenido, Golfillo, que murió a los seis meses y cuya pérdida me produjo gran desconsuelo.
Curiosamente, al barajar los títulos, estos más bien hacían referencia al amor porque, aunque sea de una manera un poco escondida, el libro habla de los distintos tipos de amor en casi todas sus páginas: nocivos, tóxicos, puros, desinteresados o fracasados.
La aparición del cuerpo de Claudio Berbel Ochotorena, un ginecólogo ya jubilado, y el intento del asesinato de un banquero, Eugenio Valls, desencadenan la trama. ¿De qué armas se valdrá la inspectora Gabriela Ruiz para arrojar luz sobre estos casos y probar que existe una relación entre ellos?
La inspectora viene de un periodo de baja debido a las secuelas de la resolución del caso de ‘Fresas amargas para siempre’, con el que lo pasó francamente mal. Sucumbe a su vicio, que era el alcohol, y necesita pedir una baja. Cuando se incorpora, está un poco perdida y no sabe por dónde empezar. Por eso recurre al antiguo inspector Víctor Perea. Y le asignan como ayudante a Juan Heredia, un hombre peligroso. El cuerpo de Claudio Berbel aparece en un montón de bolsas de basura. Lo descubre el mendigo Pedro el Correcalles en la calle de Nueva Almería Lagunas de Ruidera. Resulta que en su casa encuentran una foto del fallecido con el banquero al que han intentado asesinar. Esa conexión es la que pone en la pista a Gabriela, que descubre que estudiaron juntos, que fueron amigos y muchas cosas más.
Otra vez una protagonista femenina, además en un estado muy concreto: recién salida de una depresión. A través de los personajes, ¿qué otros temas aborda?
Principalmente la crisis y los pecados de nuestra sociedad: la ambición, el egoísmo. También la homosexualidad, sus prejuicios y los ataques que ésta ha despertado antes y ahora. Y, como decía, el tema del amor de forma más subliminal.
¿Por qué ese título, ‘Los últimos recuerdos del reloj de arena’?
Todos los títulos de mis novelas tienen relación con su desarrollo. Un reloj de arena no puede tener recuerdos, es algo metafórico. El lector no va a descubrir su significado hasta el final, pero puedo decir que está relacionado con cómo el reloj va perdiendo su grano conforme pasa el tiempo, es un símil con la memoria. Soy rebuscado para los títulos, no me conformo con el primero que viene a la mente.
El argumento incluye a una periodista de LA VOZ. ¿Qué aporta?
Es un papel muy secundario. A raíz de la investigación del caso, una periodista se interesa. Que aparezca muerto un personaje que ha sido conocido suscita cierto interés. Es una periodista de sucesos que conoce a Juan Heredia, con el que surgen determinadas escenas.
¿En qué momento de su carrera se encuentra?
A nivel de madurez, estoy en una etapa que se va consolidando. Siempre tienes dudas cuando escribes, surgen dudas por la reacción de los lectores. A pesar de todo, pienso que voy alcanzando cierta madurez literaria. En cuanto a ser conocido como escritor, podríamos decir que estoy un poquito estancado. A raíz de ganar el premio Felipe Trigo, pensaba que iba a ser más fácil seguir ascendiendo y no ha podido ser.
Dos años después de ‘Tu nombre con tinta de café’, el escritor publica ‘Los últimos recuerdos del reloj de arena’. Una historia con la que vuelve al género policíaco.
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