Espantando pitas, de Los Escullos a Rodalquilar
Todo parece haber comenzado en 1999 con el primer festival Experiencia Espantapitas, con la iniciativa de la Asociación el Marrajo y el activo Victor Sola. Precisamente, después de desplazarse a Berlín durante 4 ediciones y de marcar un paréntesis, ha vuelto a ocupar la plaza de Vera para volver a torear con la música independiente el pasado viernes 24 de agosto.
Ya desde el espíritu espantapitero de ser alternativa a las propuestas culturales oficiales que tanto gustan a los políticos para echarse fotos, las actividades paralelas con sus talleres dirigidos a los niños fueron una de las notas singulares de la experiencia. Inmediatamente después, en 2001, el Espantapitas crea su línea flamenca con la organización del primer certamen ‘Entre quejíos y pitas’ para promocionar a los jóvenes flamencos de Almería, a iniciativa de otro joven activo, Rubén Gutiérrez Mate. Ganó el certamen una joven flamenca llamada Jenifer, hoy conocida como India Martínez, mientras un joven Manuel Fernández “El Titi” conseguía el premio a la mejor actuación (afortunadamente se editó un CD con estas entonces nuevas voces del flamenco).
La opción alternativa al flamenco de cabales de siempre estaba sembrada. Con un turismo cultural y pacífico (o sea cívico) amante de la fusión entre entorno natural y músicas del mundo, el flamenco y sus propuestas vanguardistas de savia nueva y mestizaje siempre ha formado parte del sonido nocturno del atractivo parque natural de Cabo de Gata durante el verano.
Además de disfrutar con la experiencia espantapitera entre quejíos y pitas y de bolos casi clandestinos en chiringuitos, lo que se escuchaba en otoño en la sala Revolver de Madrid desembarcaba en verano en el Castillo de Los Escullos para sus ‘Noches de Luna y Flamenco’, desaparecido festival que dedicaba ya en 2008 su programación a ‘La mujer en el flamenco’, antes de que la plaga depredadora discotequera acabara con él, como lo hizo con la haima.
Hace cinco años, el Festival Flamenco 340 retomaba la iniciativa, a la vez que emigraba a unos pocos kilómetros de Los Escullos, en pleno corazón del parque natural. Siguiendo con la misma vocación de proponer un formato alternativo al tradicional concepto de “festival flamenco”, como sugiere la última publicación de la antropóloga especializada en flamenco Cristina Cruces Roldán (2017), estructura su contenido en torno a tres ejes, el flamenco y su mestizaje con las músicas populares urbanas, dar visibilidad a la mujer en el flamenco, promocionar a los nuevos valores locales. Con Jorge Pardo como invitado estrella el sábado 25, la temática estaba ya casi pregonada, flamenco y jazz, flamenco-jazz.
Recordando a Paco de Lucía en Rodalquilar
Después del aperitivo del viernes 24 para dar a conocer el patrimonio flamenco almeriense y sus cantes y toques mineros con la conferencia-recital de Rubén Gutiérrez, Ángela Cuenca y Antonio Luis López desde el patio de la sala ‘Carmen de Burgos’, al final, la noche del sábado 25 bajo la luna y las estrellas del auditorio de Rodalquilar se convirtió indirectamente en un sentido homenaje a Paco de Lucía.
El ambiente de jazz, flamenco y jazz-flamenco se instaló, después de media hora de espera, con la proyección de la película ‘Club de Reyes’, amplio documental de Andrea Barrionuevo sobre el valor cultural e ideológico que desempeñó el madrileño colegio mayor San Juan Evangelista, capitaneado por el ‘taranto’ Alejandro Reyes, una de las principales puertas abiertas al jazz, al flamenco y a las músicas del mundo en el asfixiante ambiente del final de la dictadura franquista (aún queda pendiente escribir la historia de este emblemático lugar de libertad y lo que significó para las músicas populares urbanas en España, y particularmente para Almería, sus tarantos y sus artistas).
Después del baile de estética granaína de Mayte Beltrán acompañada por un cuadro de artistas locales (Ángela Cuenca, Rocío Zamora, David Delgado “El Niño de la Fragua” y Moisis Santiago “El Moi”), se instalaban sobre el escenario Josele Hijo al piano eléctrico, Johny Cortés a la percusión jazz-flamenco y el onubense Pablo Báez al contrabajo para hacer la prueba de sonido con un tema de Chick Corea del disco Touchstone, aquel mítico LP que grabó con Paco de Lucía en 1982. El tono ya estaba anunciado y Jorge Pardo interpretó a solo un popurrí de varios de los temas emblemáticos de su discografía, con el apoyo progresivo de las percusiones y del contrabajo.
Un trío sorprendente por ser liderado por un instrumento melódico que conseguía, empastado con el contrabajo, sugerir la armonía, además de tocar la melodía y de improvisar. Espectacular oficio de Jorge Pardo y de lo que puede hacer con su flauta travesera. Invitó después a lo que da la tierra y sus circunstancias, el Niño Josele de vacaciones por estos lares del parque de Cabo de Gata.
Y ya todo quedó impregnado por la nostalgia de la ausencia de Paco. Alegrías del disco de Camarón ‘Te lo dice Camarón’ en homenaje a la Perla de Cádiz, cuatro detalles entre dos aguas de Josele y su sonido espectacular (para mi gusto, el que más se acerca al sonido de Paco) para pasar por rumba a un ancho río, antología de las ya populares falsetas por bulería que Paco y el sexteto montaron para la discografía de Camarón desde el ‘Viviré’.
Y por si fuera poco, con el piano del hijo de Niño Josele que suena clavado a Chick Corea, interpretaron los temas que Corea y Paco grabaron juntos en el disco Touchstone, recordándonos una vez más que ambos, Chick Corea y Paco de Lucía, Paco y Chick, sembraron hace más de 36 años, el empaste y diálogo entre piano latino y guitarra andaluza. Tantos años con Paco de Lucía, Jorge Pardo, Niño Josele, un repertorio que ambos han interpretado tantas veces y que conocen como nadie, unos temas flamencos para unir que Paco compuso y armonizó para que la improvisación fuera posible y fluyera de forma natural, la jam session de ayer, como la proyección del documental de Andrea Barrionuevo, evocaron tiempos felices y creativos de la música española, los de nuevas ilusiones después de tiempos de silencio.
La Isleta del Moro, la parada jonda
Pero no solo de experiencias migratorias se alimenta el flamenco de Cabo de Gata. Entre Los Escullos y Rodalquilar después de tomar una copa flamenca en la Casa Café la Loma, una isla para el cante jondo, que algunos sostienen tiene raíces árabes. Tan cerca y tan distante, el festival flamenco ‘El Capi’ que celebraba el martes 28 su decimotercera edición, iniciaba su andadura en 2006 para “por un lado, difundir el cante jondo, y, por otro, promocionar un espacio turístico como es el parque natural Cabo de Gata-Níjar”, según proclamaba entonces el organizador Ayuntamiento de Níjar, con la coordinación de la Peña Flamenca ‘El Morato’ y la Asociación de Vecinos “El Peñón Blanco”.
El flamenco de los abuelos, de reuniones en torno a unas tapas de jibia y un chato de vino blanco después de faenar en la mar, entre aficionados al cante, sin pretensiones artísticas, sino la de que crear y ritualizar un ambiente relajado de sociabilidad después de cumplir con el tajo marino.
Así lo comentaban organizadores y patrocinadores en el acto de clausura, recuperar con este festival la tradición de la fiesta en honor a San Agustín, recuperar la memoria de los cabales aficionados de la mar, como el Capi o “Nino” a quien recordaba esta 13 edición. Como lo argumentó el añorado amigo Felix Grande en su famoso ensayo, el flamenco es también y sobre todo un acto de memoria, una evocación del pasado, vivida, imaginada o mitificada. En la Isleta el presentador, el crítico sevillano Manolo Bohórquez, el cantaor Pedro ‘El Granaíno’ en un sentido cante por seguiriya, el tocaor Paco Cortés, el bailaor onubense Antonio Molina “El Choro” y sus acompañantes Pepe de Pura (cante) y Francis Hernández (toque) recordaron al joven cantaor jerezano Manuel Carpio “Juanillorro”, que falleció la mañana del 28 de agosto, víctima de un infarto. Tenía 38 años.
(La voz de Almería)
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