D'Artacán cumple 35 años con su banda sonora pegadiza.
Fue el primer gran fenómeno hispano-nipón.
Pues claro que ya no se hacen series así dirá algún nostálgico cuando evoque hoy a D'Artacán. El chucho gascón era de algodón de azúcar, pensado para toda la familia y aposentado los sábados a las tres y media de la tarde de la Primera Cadena. Es decir, el prime time para unos dibujos animados. Con un par de entregas el merchandising (cosas tristes como plumieres, despertadores y camisetas feas) volaba de los escaparates. Y todo el país, los abuelos, los padres y los niños con las rodillas raídas canturreaban la banda sonora: "eran uno, dos y tres los famosos mosqueperros...". Aquella canción la cantaba un grupo que se llamaba Popitos, una de esas bandas alternativas a la Movida. Parchís, Caramelos, Botones, Regaliz. Y los Popitos esos. Voces angelicales de usar y tirar. Duraban apenas lo que duraba una serie (que era mucho, porque había que esperar una semana, de sábado a sábado, para seguir la historia).
D'Artacán y los mosqueperros no era una maravilla, pero para la España de 1982 era maravillosa. De hecho hay muchos españoles que confunden D'Artacán con D'Artagnan, el personaje literario original. Al menos por aquel entonces la literatura era de uso cotidiano, aunque fuera en modo perruno. La idea de adaptar al mondo cane el universo espadachín de Alejandro Dumas le vino al productor ejecutivo, el mallorquín Claudio Biern, cuando llegaba a su casa y le estaba esperando su perrito en la puerta. Qué mejor definición de la lealtad, la cualidad que podía trasladar a una ficción infantil, para que la emitiera TVE y un puñado de cadenas por todo el mundo. La televisión era solemne. En cada país había como mucho tres o cuatro cadenas. En octubre de 1982 nosotros teníamos dos canales. De TVE. Los vascos y catalanes montaban sus chiringuitos propios. Estaban más preocupados en doblar Dallas que en intoxicar.
Todos veníamos de Naranjito. La productora de Biern, BRB, había estrenado Fútbol en acción, la olvidable serie de Naranjito, malajosa adaptación de la mascota del Mundial 82 que junto a sus cítricos colegas debía salvar el mundo frente a Zruspa, que quería robarnos el fútbol. Blatter, secretario entonces de la FIFA, es que se mondaba. En la productora española se creaban los personajes, se esbozaban los guiones, se elegían las voces y todo se mandaba a Japón. En los ordenadores de la Nippon Animation se producía todo, sin tener que dibujar fotograma a fotograma. Los 26 capítulos de media hora regresaban y aquí se le añadían la banda sonora y se negociaba toda su repercusión.
Antes de los mosqueperros se había creado Ruy, el pequeño Cid, historias medievales de peluche que intentaban distinguirse de las ficciones llegadas directamente de Japón, pero no calaron tanto como los perros de la corte de Luis XIII. BRB seguiría su racha con Willy Fog (se emitió los domingos) y con David el Gnomo, otros iconos de los 80, de aquellos niños, hoy millennials, que se conformaban con un par de horas de programación infantil. Dosificada y limitada. Ahora bien, qué buenos ratos.
Meteoro, Heidi, Marco... y Mazinger Z
D'Artacán (un chucho), Pontos (un pastor alemán), Amis (un afgano) y Dogos (un mastín).D'Artacán (un chucho), Pontos (un pastor alemán), Amis (un afgano) y Dogos (un mastín).
D'Artacán (un chucho), Pontos (un pastor alemán), Amis (un afgano) y Dogos (un mastín).
Para que Mazinger Z y otros personajes del anime comenzaran a orearse por Europa primero debían entrar en cadenas de segunda fila para entrar en el mercado de Alemania, Francia o Reino Unido. Heidi, en 1975, fue un fenómeno en España antes de llegar a los países del entorno. Marco, la siguiente, todo un culebrón, lo tuvo más fácil. En 1978 Mazinger sorprendió a la audiencia juvenil para pasmo de los adultos. Y fue cancelada. El primer japonés animado en TVE fue Meteoro, en 1973.
Más: http://www.diariodealmeria.es/television/famosos_0_1180982568.html
Fue el primer gran fenómeno hispano-nipón.
Pues claro que ya no se hacen series así dirá algún nostálgico cuando evoque hoy a D'Artacán. El chucho gascón era de algodón de azúcar, pensado para toda la familia y aposentado los sábados a las tres y media de la tarde de la Primera Cadena. Es decir, el prime time para unos dibujos animados. Con un par de entregas el merchandising (cosas tristes como plumieres, despertadores y camisetas feas) volaba de los escaparates. Y todo el país, los abuelos, los padres y los niños con las rodillas raídas canturreaban la banda sonora: "eran uno, dos y tres los famosos mosqueperros...". Aquella canción la cantaba un grupo que se llamaba Popitos, una de esas bandas alternativas a la Movida. Parchís, Caramelos, Botones, Regaliz. Y los Popitos esos. Voces angelicales de usar y tirar. Duraban apenas lo que duraba una serie (que era mucho, porque había que esperar una semana, de sábado a sábado, para seguir la historia).
D'Artacán y los mosqueperros no era una maravilla, pero para la España de 1982 era maravillosa. De hecho hay muchos españoles que confunden D'Artacán con D'Artagnan, el personaje literario original. Al menos por aquel entonces la literatura era de uso cotidiano, aunque fuera en modo perruno. La idea de adaptar al mondo cane el universo espadachín de Alejandro Dumas le vino al productor ejecutivo, el mallorquín Claudio Biern, cuando llegaba a su casa y le estaba esperando su perrito en la puerta. Qué mejor definición de la lealtad, la cualidad que podía trasladar a una ficción infantil, para que la emitiera TVE y un puñado de cadenas por todo el mundo. La televisión era solemne. En cada país había como mucho tres o cuatro cadenas. En octubre de 1982 nosotros teníamos dos canales. De TVE. Los vascos y catalanes montaban sus chiringuitos propios. Estaban más preocupados en doblar Dallas que en intoxicar.
Todos veníamos de Naranjito. La productora de Biern, BRB, había estrenado Fútbol en acción, la olvidable serie de Naranjito, malajosa adaptación de la mascota del Mundial 82 que junto a sus cítricos colegas debía salvar el mundo frente a Zruspa, que quería robarnos el fútbol. Blatter, secretario entonces de la FIFA, es que se mondaba. En la productora española se creaban los personajes, se esbozaban los guiones, se elegían las voces y todo se mandaba a Japón. En los ordenadores de la Nippon Animation se producía todo, sin tener que dibujar fotograma a fotograma. Los 26 capítulos de media hora regresaban y aquí se le añadían la banda sonora y se negociaba toda su repercusión.
Antes de los mosqueperros se había creado Ruy, el pequeño Cid, historias medievales de peluche que intentaban distinguirse de las ficciones llegadas directamente de Japón, pero no calaron tanto como los perros de la corte de Luis XIII. BRB seguiría su racha con Willy Fog (se emitió los domingos) y con David el Gnomo, otros iconos de los 80, de aquellos niños, hoy millennials, que se conformaban con un par de horas de programación infantil. Dosificada y limitada. Ahora bien, qué buenos ratos.
Meteoro, Heidi, Marco... y Mazinger Z
D'Artacán (un chucho), Pontos (un pastor alemán), Amis (un afgano) y Dogos (un mastín).D'Artacán (un chucho), Pontos (un pastor alemán), Amis (un afgano) y Dogos (un mastín).
D'Artacán (un chucho), Pontos (un pastor alemán), Amis (un afgano) y Dogos (un mastín).
Para que Mazinger Z y otros personajes del anime comenzaran a orearse por Europa primero debían entrar en cadenas de segunda fila para entrar en el mercado de Alemania, Francia o Reino Unido. Heidi, en 1975, fue un fenómeno en España antes de llegar a los países del entorno. Marco, la siguiente, todo un culebrón, lo tuvo más fácil. En 1978 Mazinger sorprendió a la audiencia juvenil para pasmo de los adultos. Y fue cancelada. El primer japonés animado en TVE fue Meteoro, en 1973.
Más: http://www.diariodealmeria.es/television/famosos_0_1180982568.html
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