A catorce horas de salir en coche para Madrid, desde donde voló a Australia, no había hecho aún la maleta, pero Miguel Ángel Corona es conversador y no parecía pesarle. Hasta atendió, después de la entrevista, a un grupo de aficionados jóvenes que andaban por el Glow. Era su última entrevista en Almería y hubo prácticamente que echarlo. Seguía hablando de la vida.—¿Se imagina en una vuelta de Australia con escala en Barcelona tener que pasar frontera para volar a Almería?
—Yo creo que no se dará, y el creo lo puede usted poner a la par que mi deseo.
—¿Qué solución le ve usted a una situación como la de Cataluña?
—Tal vez lo primero sea asumir que algo está pasando. A partir de ahí se pueden pensar soluciones que igual no se han pensado. Yo tengo una gran amigo catalán y le aseguro que hablando nos entenderíamos. Hay que ponerse de acuerdo desde el cariño que nos tenemos.
—¿Está perjudicando esta situación al Barça?
—Sí, rotundo. Yo conozco a muchos barcelonistas que cada día tienen menos ganas de que gane su equipo.
—¿Y a sus jugadores también?
—A los jugadores tal vez a los que menos. Permítaseme la osadía de decir que la influencia de algunas de esas declaraciones que tantas vueltas han dado se debe al altavoz de los medios, que a veces tergiversan las declaraciones. Piqué, por ejemplo, ¿qué hizo? Asistir a los actos del día de su comunidad.
—¿No cree que anda todo demasiado pasado de vueltas en España, que hay excesiva crispación en todo?
—Le voy a responder con algo que no es mío, que es de Javier Cercas y de su referencia al filósofo Odo Marquard y su teoría de la importancia de las sobras, o sea, que a más problemas resolvemos, más nos irritan los que aún no hemos resuelto, que por lo tanto son los que quedan. Esto viene al hilo de aquella y esta España. Tal vez venga de ahí esta sensación que tenemos.
—Tiene usted una hija pequeña, muy pequeña, Carla. ¿Qué país quiere para ella?
—Últimamente, y precisamente porque tengo una niña pequeña, lo que más me preocupa es la educación. Pienso mucho en ella, porque en la educación está la raíz de muchos problemas, y también de muchas felicidades.
Tengo muchas dudas sobre el sistema educativo. A veces pienso que igual sería mejor iniciarse en las artes y con el trabajo en grupo, y después empezar a sumar y a restar. Y, hablando de educación y aprendizaje, ¿cuándo daremos el salto de que no se doblen las películas? Pues ese país quiero, un país en que funcione la educación, que sea seguro, claro, que posea un entorno sostenible que nos permita gozar de la naturaleza, todas esas cosas idílicas que sueña todo el mundo para sus hijos. Pero, en fin, más allá de las quejas, tenemos un gran país.
—¿Falta compromiso cívico en el deporte de élite? No hay semana en que no salgan escándalos con Hacienda.
—Ése se ve más que otros, pero falta compromiso ético en toda la ciudadanía, desde cómo aparcamos el coche en un paso de cebra o en una reserva para minusválidos. Hace falta el compromiso cívico de toda la sociedad, esa que tanto alabamos de los nórdicos. Y, por no eludir la pregunta, sí es triste escuchar estos casos a los que se refiere en el deporte de élite, y más aún ver el ejemplo que están dando los gobernantes que administran los bienes públicos, y no quiero generalizar, que conste. Pero son excesivos los casos.
—¿Qué sensaciones tiene a pocas horas de emprender su marcha a Australia?
—Me siento con un ojo llorando, pero con el otro muy abierto. Sé que voy a echar de menos el día a día, esa comodidad que te atrapa, porque soy comodón: mi sofá, mi paseo por el barrio, mi cercanía al lugar de entrenamiento, la facilidad que da el idioma, los amigos...
Pero espero que las dificultades que se me van a plantear me hagan ser mejor. Me voy a ver obligado a afinar los sentidos, a abrir la mente, a comprender que el mundo es grande y que no somos ni los mejores ni los peores, a aprender de la diversidad. Me ilusiona saber que voy a meter cosas en la cabeza.
—¿Y Silvia, su mujer?
—Lo mismo, llora por el mismo ojo y el otro lo tiene más abierto que nunca. Ella también reconoce que nuestro mundo es muy pequeño. Afronta esta marcha por unos años con la enorme fuerza que tiene. Sabe que conocer desde dentro una cultura como la anglosajona le va a dar un plus importante en su visión del derecho, ella es abogada.
—Seguro que se le agolpan recuerdos en la cabeza.
—Siempre, y ahora muchos.
—Dígame tres que tengan que ver con Almería.
—El primero, de sorpresa, y me lo paso muy a menudo. Fue en 2006, en el puente de diciembre, comiendo en un chiringuito en Rodalquilar, hasta con gente bañándose alrededor. Aluciné en colores.
El segundo, mi primer paseo por la ciudad, el que me di con mi padre tras mi debut, en el partido de Feria del trofeo Juan Rojas. Nos fuimos caminando por todo el Ferial y luego hasta el centro, donde tenía el hotel. Recuerdo que a espaldas del Auditorio cantaba alguien, tal vez Sabina.
Y el tercero, aunque sea muy personal, los inicios con Silvia, aquellas citas, ir a recogerla al trabajo en la avenida de la Estación, ese cortejo por la Rambla.
—¿Y como jugador?
—El gol que sellaba el primer ascenso, a un gran pase de Fernando Soriano. Y la noche del 2-0 al Real Madrid, que fue aquel año campeón de Liga y venía de ganar ocho o nueve partidos seguidos.
Y de manera muy especial el último ascenso. Lo viví con mayor consciencia de lo que era. No sentí la emoción del primero, pero lo saboreé más.
De todas formas, no quiero no dejar constancia de un recuerdo que se me pasa a menudo por la cabeza y que no es precisamente bueno, el del partido con el Valencia del último descenso. De cien partidos que se jueguen como jugamos, se ganan noventa y nueve. Pues nos tocó el que no se gana. Fue muy doloroso. No se me va de la cabeza.
—¿Volverá a Almería tras su periplo por las antípodas?
—En principio, sí. Almería será nuestra base, sin duda. Otra cosa es que nunca se sabe lo que el destino puede deparar, pero ésa es la idea que tenemos. Me voy con dos años de contrato, y no nos importaría quedarnos allí, bien jugando bien con alguna otra función, uno o dos años más, hasta tres o cuatro. Y luego... pues ya le digo. Ésta será nuestra base.
Miguel Ángel Corona ha marcado una época. Sus diez años en el Almería han coincidido con la década de oro del fútbol almeriense.
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