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Dos almerienses relatan en LA VOZ su experiencia en el terremoto de Nepal


ALBERTINA BARCELÓ: "Lo más duro ha sido despedirme de las familias nepalíes, que yo tenga la alternativa de irme y ellos no puedan"

Albertina Barceló, la profesora de música almeriense que lleva un año en Nepal trabajando con niños, está más cerca de regresar a España. LA VOZ habló ayer lunes con ella a las 17.40 horas (21.25 horas allí) cuando se encontraba en el aeropuerto de Katmandú esperando para volar junto a otros 123 españoles hasta Nueva Delhi. Desde allí viajarán a Madrid, posiblemente mañana. Durante la espera, Albertina revivió lo que ha sentido y experimentado en estos días.

El terremoto. “El sábado teníamos una actuación en el Kathmandu Jazz Conservatory. Estaba arregladísima, con mis labios rojos y mis tacones, dispuesta a presentar el acto. Los padres estaban llegando y los músicos y alumnos estaban preparados. Faltaban quince minutos para empezar y estaba haciendo la prueba de sonido con un coro de niñas, de 6 a 17 años, de un orfanato. Salí del auditorio para llamar a otro coro, iba con prisas, medio corriendo... Y sucedió. Todos dieron un brinco, comenzaron a levantarse con caras de pánico y tres niños se me lanzaron a las piernas. Todo comenzó a moverse y salimos del auditorio hacia un jardín. Veíamos los edificios temblar, el polvo que empezó a levantarse, el suelo moviéndose.

“Los niños gritaban, corrían... Los mayores intentamos mantener la calma y transmitirles tranquilidad. Pero nos mirábamos muy asustados, no sabíamos cuándo iba a parar, qué iba a pasar, si iba a haber otro después”.

Música para los niños. “Estuvimos seis horas sentados fuera. Los teléfonos no funcionaban, no podíamos llamar a nadie. Los amigos y profesores nepalíes que estaban con nosotros lloraban, al igual que los niños. Así que nos pusimos a cantar para la gente con las niñas de mi coro las canciones que no pudimos cantar en el escenario. Hicimos un círculo. Se unió un grupo de jóvenes franceses de una fanfarria que iba a actuar en el conservatorio y estuvimos cantando durante casi tres horas. Cuando empezamos, las niñas seguían llorando mucho pero intentaban cantar. Son preciosísimas”.

Coger lo básico. “Tras este tiempo nos fuimos a casa. Empezamos a ver el barrio, tampoco estaba muy destruido pero todo el mundo estaba fuera. Entré a casa y cogí mi flauta, el ordenador y mi ukelele; y pan, queso y dos manzanas. Y me fui al descampado, enfrente de casa de mis vecinos”.

Tres días en la calle. “Desde el momento en que llegué al descampado los nepalíes se organizaron muy bien. Todo el mundo: los de más dinero, lo de menos y los blanquitos. He estado tres días en el descampado, comiendo y bebiendo poco para racionar. Esta mañana [por ayer] llamé al consulado, sobre todo por mi familia y por la gente”.

“En la primera noche que pasamos allí sacaron lonas y palos, cortaron bambú e hicieron unos techillos para refugiarnos. Encima del miedo y del frío empezó a llover. Apenas dormimos una hora porque no paraba de haber réplicas”.

(Albertina hace una pausa en la narración. Va a comer algo. En ese tiempo, me cuenta después, hay otra réplica. El grupo sale del aeropuerto. Afortunadamente, todo vuelve a calmarse).

“Lo más duro ha sido despedirme de las familias nepalíes, que yo tenga la alternativa de irme y ellos no puedan. Las noches han sido durísimas, casi no hemos dormido por las réplicas. Llovía mucho, las tiendas se movían... Ayer [por el domingo] se levantaron para cavar y que pudiéramos dormir más a gusto”.

“Mi ukelele recorrió todo el campamento, todos venían a pedírmelo: ‘Madame, madame, guitar’, decían. Tocaban y luego lo traían desafinado (sonríe)”.

Regresar a Nepal. “Tenía un vuelo para regresar a España y descansar y volver el 18 de junio. Sí, quiero volver y quedarme otro año. Aunque sea duro ahora debo irme porque viene lo peor: epidemias, gente peleando por el agua y la comida. Ahora la zona es muy conflictiva, muy delicada por las enfermedades, la delincuencia y los saqueos. Hay gente pasándolo muy mal, en una situación extrema. Lo siento por los amigos y compañeros que se quedan”.

(Albertina se detiene. Están diciendo los nombres de los españoles que irán en el primer vuelo con destino a Nueva Delhi. Después habrá otro y cuando todos estén en la India regresarán a España en el mismo avión. Su nombre está en esta primera lista)

Experiencias. “Lo que ha pasado ahora y el ciclón que viví en Madagascar forma parte de las grandes dificultades de la vida que he elegido junto a estar lejos de mi familia y amigos. Es algo que asumes y es parte del riesgo pero la experiencia lo compensa. No me arrepiento de haber elegido llevar la música a países en subdesarrollo. A pesar de todo, tengo muchísima suerte de hacer algo tan bonito con mi vida: no podría haber elegido otra”.

Solidaridad. “Es increíble cómo aflora la humanidad en momentos de crisis. Lo observé el primer día. Empezó a hacer mucho frío y una gente se metió dentro de un edificio donde tenían un taller de yoga y sacaron mantas para todos. El domingo nos cambiamos de sitio porque estábamos cerca de un edificio y nos hicieron un hueco en una carpa de otra familia, a mí y a otros cinco que iban conmigo. Y esta mañana [por ayer] una señora me ha traído un té con leche, calentito, delicioso. Ha sido increíble”.  

Vivir en Nepal. “En Nepal he encontrado un hogar. Estoy creciendo mucho como profesional, como profesora y como música: es un país que te permite tocar muchísimo y participar en que se aprecie y valore a los músicos y a nuestro trabajo como opción de vida. Las sonrisas, la disposición, las ganas de aprender, cómo valoran cada cosa que les enseñas no tiene precio. Cuando pruebas lo adictivo que es sentirte tan útil y hacer algo importante con tu vida, o así lo siento yo: siento que estoy contribuyendo un poquito a mejorar la cultura y cómo se comprende la música en este país”.    



EDUARDO IBERO: "No sabemos si la gente de aquí se baja o no. De todas formas, si bajamos, es un caos lo que hay allí"

Eduardo Ibero es empleado de Correos en El Ejido, su único contacto con Loli Fernández, su esposa, es a través de Whatsapp. Ayer mañana le envió una foto desde el campamento base avanzado del Makalu, a 5.000 metros de altitud.

El pasado sábado, Eduardo Ibero Cobos se encontraba junto a otros compañeros de alpinismo cuando tembló la tierra en Nepal. Desde entonces, la incertidumbre se apoderó de ellos. Todos sanos y salvos pero sin saber si regresarán o no a España y sin saber si, tras la ceremonia de la puya realizada ayer mañana, seguirán ascendiendo hasta superar los 8.000 metros de altitud.

Es difícil contactar con este ejidense. A su lado, en la tienda de campaña se encuentra Nuria Picas. Desde el Himalaya, coge su teléfono móvil y, sin dudarlo, se lo da a su compañero Diego para que relate a LA VOZ cómo han transcurrido las primeras 48 horas desde el terremoto.

El susto. No era la primera vez que Ibero Cobos sentía un seísmo aunque, por supuesto, con no tanta intensidad. Ha sido su experiencia más dura como montañero. “Es diferente. No es una cosa que ocurra normalmente. Antes en El Ejido sí he sentido hace años terremotos, pero más suaves”.

Tanto en la conversación con este periódico como en los mensajes de audio que ha ido mandando, Eduardo insiste en que todos se encuentran bien. Es la mejor noticia para sus familiares.

“Pasamos bastante susto. Fue muy gordo. Se movían las tiendas y a partir de ahí empezaron a caer seracs - bloques de hielo-, pero aquí no ha alcanzado a nadie. La gente que estaba bajando más asustada aún, pero no hemos sufrido ninguna baja ni nada”.

¿El regreso? A estas alturas, Ibero Cobos destaca que nadie del Gobierno español, ni siquiera del Ministerio de Asuntos Exteriores, ha contactado con los integrantes de la expedición al Makalu.

Y se mantiene la duda de cuándo finalizará esta ‘aventura’ en el Nepal. “En dos o tres días lo sabremos. Ahora de momento vamos a esperar un poco por si hay réplicas y a ver qué deciden los sherpas. No sabemos si la gente de aquí se baja o no. De todas formas, si bajamos, es un caos lo que hay abajo. Tampoco es ninguna solución”.

Fuera de casa. Ni mucho menos es la primera vez que Eduardo sale de casa para hacer alpinismo, un deporte que requiere sacrificios como el de pasar varias semanas fuera del domicilio familiar.

“De Almería salimos el día 8 de abril y el día 9 llegamos a Kathmandu, la capital de Nepal. Estuvimos allí dos o tres días y luego subimos aquí. Primero tuvimos que coger una avioneta. Tardamos cinco o seis días en llegar al campo base”, recuerda, mientras a España siguen llegando teletipos con las cifras actualizadas de víctimas mortales y heridos a consecuencia del terremoto del pasado sábado.

Redes sociales. Junto a su teléfono móvil, con los mensajes de Whatsapp, el montañero ejidense ha recurrido a la red social Facebook para informar que se encuentra bien y que ayer mañana, cumpliendo la tradición, se llevó a cabo la llamada ceremonia de la puya, de la que aportó como testimonio una foto.

“Es algo que se hace para solicitar autorización para acceder a la montaña. Es algo típico que se hace en cada expedición. Esta mañana hemos hecho la ceremonia tanto los montañeros como los sherpas”, explica.

Dos almerienses relatan en LA VOZ su experiencia en el terremoto de Nepal

Comentarios

  1. Madremia, la verdad es que ese terremoto se ha llevado por delante a muchisima gente inocente y me parece fatal que no los permitan salir del país despues de una catastrofe como esta, en la que muchisimas personas han perdido sus casas, familia y de más...
    Deberiamos luchar todos, por un mundo más justo con todos y solidarizarnos más con los demás. Lastima que la igualdad en muchos sitios aun no se conozca y que personas como nosotros que vivimos bien no puedan tener los mismos derechos que deberian tener como personas y seres humanos que son.

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