UNA MULTITUD DICE ADIOS A LA EDICION MAS INTERNACIONAL DE LA FIESTA
Se acabó. Un año más, después de ocho largos e intensos días de fiesta, la Feria de Nuestra Salud 2015 echó esta mañana el telón tras vivir una jornada memorable protagonizada por la abundante presencia de caballos en el recinto y en la que el público llegado de otros contornos fue especialmente visible. El día amaneció nublado y fresquito, lo que animó a más de una familia a desplazarse hasta El Arenal para despedir la feria. Desde primera hora de la tarde, el ambiente festivo se concentró en la calle Guadalquivir, coincidiendo con el Concurso de Enganches y Jinetes, desde donde se expandió al resto del recinto, en el que la temperatura era varios grados más alta que la media del resto de la ciudad. Junto a los fieles de la feria, afincados en sus correspondientes casetas, numerosos grupos de visitantes corretearon El Arenal, una estampa habitual el último sábado, si bien este año llamaba la atención la procedencia del público. Junto a jóvenes de la provincia, multitud de despedidas de soltero/a desplazadas a Córdoba en busca de fiesta, y extranjeros, más extranjeros que nunca, la mayoría perdidos en un lugar poco preparado para recibir turistas. "¿Dónde baño?", escuché preguntar a un inglés de tono asalmonado, incapaz de abrirse camino entre tanta caseta para encontrar un "toilet" donde descargar el exceso de rebujito. Los españoles tampoco lo tenían más fácil para buscar destino. "¿Dónde hay una caseta de gente joven?", me cuestionó un grupo de murcianos que ayer celebraron en Córdoba el final de la soltería de un tal Fermín. "Llevamos una hora dando vueltas y no encontramos nada más que casetas familiares", se quejaban, mientras intentaba recordar el nombre de las calles hacia donde dirigir sus pasos. Se ve que la atracción fatal que ejerce la feria sobre los de fuera ha llegado sin que se hayan tomado medidas al respecto y aún hay muchos flecos por resolver, entre ellos, una mejor señalización apta para todos los públicos y quizás algún tipo de cicerón que guíe al turista en ese entramado de calles y casetas.
El momento friky lo ha puesto esta feria el Zorro y su caballo de pega. Seguro que lo han visto pasearse por El Arenal estos días, enfundado en un traje negro que levanta ampollas nada más verlo cruzar el recinto sonriente, con 40 grados a la sombra. Antifaz y platillo incluido. Se trata de un extranjero cuya procedencia mantiene en secreto, al igual que su nombre, que salió en abril de Lisboa para recorrer quién sabe cuántas ciudades de Europa de aquí a noviembre a lomos de su caballo y cuyo lema es Zorro for peace (ver Facebook). También es un misterio cómo se las apaña para ir al baño con semejante atuendo. Según explicó en un inglés de acento indescifrable, viaja por el mundo pregonando la diversión por la paz. "Quiero hacer reír y pensar", confesó. El platillo es para cubrir gastos de manutención. De cómo acabó la fiesta, no les doy detalles. Ya se lo imaginan. A partir de hoy, lo que toca es sentarse a trabajar para mejorar el recinto de una vez por todas. Acaba una edición en la que la mayoría de las casetas han estado más habitables que nunca, pero las deficiencias de este espacio se han hecho también más evidentes que nunca. Cumplida la mayoría de edad en El Arenal, no queda otra que renovarse o morir. Bien lo saben los políticos, que hace varios días dejaron de ser vistos en la feria. A ellos les toca repensar el modelo. Y no buscar más excusas.
Se acabó. Un año más, después de ocho largos e intensos días de fiesta, la Feria de Nuestra Salud 2015 echó esta mañana el telón tras vivir una jornada memorable protagonizada por la abundante presencia de caballos en el recinto y en la que el público llegado de otros contornos fue especialmente visible. El día amaneció nublado y fresquito, lo que animó a más de una familia a desplazarse hasta El Arenal para despedir la feria. Desde primera hora de la tarde, el ambiente festivo se concentró en la calle Guadalquivir, coincidiendo con el Concurso de Enganches y Jinetes, desde donde se expandió al resto del recinto, en el que la temperatura era varios grados más alta que la media del resto de la ciudad. Junto a los fieles de la feria, afincados en sus correspondientes casetas, numerosos grupos de visitantes corretearon El Arenal, una estampa habitual el último sábado, si bien este año llamaba la atención la procedencia del público. Junto a jóvenes de la provincia, multitud de despedidas de soltero/a desplazadas a Córdoba en busca de fiesta, y extranjeros, más extranjeros que nunca, la mayoría perdidos en un lugar poco preparado para recibir turistas. "¿Dónde baño?", escuché preguntar a un inglés de tono asalmonado, incapaz de abrirse camino entre tanta caseta para encontrar un "toilet" donde descargar el exceso de rebujito. Los españoles tampoco lo tenían más fácil para buscar destino. "¿Dónde hay una caseta de gente joven?", me cuestionó un grupo de murcianos que ayer celebraron en Córdoba el final de la soltería de un tal Fermín. "Llevamos una hora dando vueltas y no encontramos nada más que casetas familiares", se quejaban, mientras intentaba recordar el nombre de las calles hacia donde dirigir sus pasos. Se ve que la atracción fatal que ejerce la feria sobre los de fuera ha llegado sin que se hayan tomado medidas al respecto y aún hay muchos flecos por resolver, entre ellos, una mejor señalización apta para todos los públicos y quizás algún tipo de cicerón que guíe al turista en ese entramado de calles y casetas.
El momento friky lo ha puesto esta feria el Zorro y su caballo de pega. Seguro que lo han visto pasearse por El Arenal estos días, enfundado en un traje negro que levanta ampollas nada más verlo cruzar el recinto sonriente, con 40 grados a la sombra. Antifaz y platillo incluido. Se trata de un extranjero cuya procedencia mantiene en secreto, al igual que su nombre, que salió en abril de Lisboa para recorrer quién sabe cuántas ciudades de Europa de aquí a noviembre a lomos de su caballo y cuyo lema es Zorro for peace (ver Facebook). También es un misterio cómo se las apaña para ir al baño con semejante atuendo. Según explicó en un inglés de acento indescifrable, viaja por el mundo pregonando la diversión por la paz. "Quiero hacer reír y pensar", confesó. El platillo es para cubrir gastos de manutención. De cómo acabó la fiesta, no les doy detalles. Ya se lo imaginan. A partir de hoy, lo que toca es sentarse a trabajar para mejorar el recinto de una vez por todas. Acaba una edición en la que la mayoría de las casetas han estado más habitables que nunca, pero las deficiencias de este espacio se han hecho también más evidentes que nunca. Cumplida la mayoría de edad en El Arenal, no queda otra que renovarse o morir. Bien lo saben los políticos, que hace varios días dejaron de ser vistos en la feria. A ellos les toca repensar el modelo. Y no buscar más excusas.
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