Entretejido por hilos del pasado, igual que sus jarapas, emerge el pueblo de Níjar, Villa histórica, que hoy se muestra al visitante sin pudor.
Desde lo más alto de la Villa, la Atalaya vigila desde el siglo XIII el transcurrir de la vida. Hoy, la torre vigía, uno de los simbolos del pueblo, ha sido restaurada y el único resto de la fortaleza del lugar puede ser visitada, divisando desde ella todo el Campo de Níjar.
Un paseo por el intrincado trazado de sus calles, a la iglesia de Santa María de la Anunciación, de estilo mudéjar, que data del siglo XVI, nos permiten hacernos una idea de la belleza del lugar. No podemos olvidar acercarnos hasta la Plaza del Mercado, hoy reconvertida en Punto Municipal de Información Turística y Museo del Agua, donde conoceremos más sobre el aprovechamiento de este preciado bien en una tierra árida. En esta Plaza podremos hacer un descanso junto al “cañillo” de fresca agua de Huebro.
Una visita a Níjar es una visita a su artesanía, conocida por conservar la tradición tanto en cerámica como en sus jarapas (o “harapas”). Las piezas de cerámica surgen de las manos de los experimentados artesanos, con siglos de tradición, y un colorido típico y que las distingue de las industriales. Son un verdadero tesoro con un arduo trabajo, al igual que las jarapas, que aún se eleboran en los telares. Todas ellas se adquieren como recuerdo del paso por esta Villa, pero que han sido utilizadas en la vida diaria por los habitantes del lugar, con usos domésticos.
Algunos talleres permiten visitas y poder ver en directo el trabajo de los artesanos, que siguen respetando la tradición árabe para la fabricación de estos elementos únicos, que nada tienen que ver con los industriales.
Este blanco pueblo es un lugar para dar un paseo, disfrutar de la historia, de la artesanía, y también de una rica y variada gastronomía, que puede disfrutarse en cualquier bar o restaurante el pueblo, mientras se degusta una rica “tapa” de uno de los platos típicos.
El que viene a Almería, viene a las playas del Parque Natural, pero es obligatorio visitar Níjar y todos los encantos con los que cuenta, a los que se suman el carácter abierto y extrovertido de sus vecinos, dispuestos a explicar cualquier duda, convirtiéndose así en improvisados guías de su pueblo.
Algunos talleres de la Villa permiten visitas y poder ver en directo el trabajo de los artesanos
Desde lo más alto de la Villa, la Atalaya vigila desde el siglo XIII el transcurrir de la vida. Hoy, la torre vigía, uno de los simbolos del pueblo, ha sido restaurada y el único resto de la fortaleza del lugar puede ser visitada, divisando desde ella todo el Campo de Níjar.
Un paseo por el intrincado trazado de sus calles, a la iglesia de Santa María de la Anunciación, de estilo mudéjar, que data del siglo XVI, nos permiten hacernos una idea de la belleza del lugar. No podemos olvidar acercarnos hasta la Plaza del Mercado, hoy reconvertida en Punto Municipal de Información Turística y Museo del Agua, donde conoceremos más sobre el aprovechamiento de este preciado bien en una tierra árida. En esta Plaza podremos hacer un descanso junto al “cañillo” de fresca agua de Huebro.
Una visita a Níjar es una visita a su artesanía, conocida por conservar la tradición tanto en cerámica como en sus jarapas (o “harapas”). Las piezas de cerámica surgen de las manos de los experimentados artesanos, con siglos de tradición, y un colorido típico y que las distingue de las industriales. Son un verdadero tesoro con un arduo trabajo, al igual que las jarapas, que aún se eleboran en los telares. Todas ellas se adquieren como recuerdo del paso por esta Villa, pero que han sido utilizadas en la vida diaria por los habitantes del lugar, con usos domésticos.
Algunos talleres permiten visitas y poder ver en directo el trabajo de los artesanos, que siguen respetando la tradición árabe para la fabricación de estos elementos únicos, que nada tienen que ver con los industriales.
Este blanco pueblo es un lugar para dar un paseo, disfrutar de la historia, de la artesanía, y también de una rica y variada gastronomía, que puede disfrutarse en cualquier bar o restaurante el pueblo, mientras se degusta una rica “tapa” de uno de los platos típicos.
El que viene a Almería, viene a las playas del Parque Natural, pero es obligatorio visitar Níjar y todos los encantos con los que cuenta, a los que se suman el carácter abierto y extrovertido de sus vecinos, dispuestos a explicar cualquier duda, convirtiéndose así en improvisados guías de su pueblo.
Algunos talleres de la Villa permiten visitas y poder ver en directo el trabajo de los artesanos
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