El actor de Baza no renuncia a su vocación de ser actor de comedia, espera una vida aún más larga para Javi y presume de Carnaval y de Yllana, a los que le debe su formación por hacer reír.
Es de los actores que no le molesta en absoluto que le paren por la calle. Si hay que decir un latiguillo de la serie, se dice. Antonio Pagudo (Baza, 1977) vive la comedia. Cree que los papeles dramáticos le llegarán con la edad y que ahora es tiempo de reír y de hacer reír. En el teatro, con Yllana, o en La que se avecina, cuya décima temporada se emite los lunes por la noche en Telecinco. Una serie que a través de FDF está ahí todos los días, de todas formas. Por Antonio Pagudo no le conocen tanta gente como por Javi, el sufrido marido de Lola, el personaje de Macarena Gómez en el Mirador de Montepinar.
-Está grabando ya la undécima temporada ¿En qué situación se encuentra su personaje?
-Uy, el pobre está en el paro, con su padre y su suegro en su casa. Luchando por su estabilidad. Lleva doce años con su pareja, con una hija. Esa mujer que desde el culebrón de los vampiros apenas ha encontrado otro trabajo...
-A ver, no somos originales, qué se siente ¿león o huevón?
-Javi tiene algo de león. Cada vez más. Pero lo suyo es ser huevón. Como nos sentimos en cualquier situación de nuestra vida en la que estamos tragando de más. Es algo humano. Cuando creemos que no están tomando el pelo nos sentimos así. No es tan malo ser huevón.
-Pero Javi también es infantil, impulsivo...
-Y Javi es casi el ojo del público. Cualquiera de nosotros nos vemos en su lugar. Seríamos como él, intentando sobrevivir ahí. Nos veríamos arrastrado por esa panda de locos. En estos nuevos capítulos Javi tiene algo de león, está plantando cara, hay cierto desahogo. Como decía Maxi, "hay que ser huevón por fuera y león por dentro".
-¿Echa de menos al actor Eduardo Gómez?
-Le echo muchísimo de menos. Anda por Marbella y no le culpo, se lo merece porque ha trabajado mucho. Venía de Aquí no hay quien viva y cuando llevas diez años a ese nivel te apetece un descanso. Pero aquí le echamos de menos. Y le envidio mucho.
-¿Cómo es su relación con Macarena Gómez cuando no es su esposa ficticia?
-Estamos muy unidos. Macarena y yo nacimos el mismo día, el 2 de febrero, la Candelaria, con un año de diferencia. Ella cordobesa y yo granadino: nos entendemos muy bien, nos queremos, se conocen nuestras familias. Es una hermana. Es casi como mi hermana mayor, por su carácter. Yo aprenderé siempre mucho a su lado
-Y a usted ¿dónde le encontraron para hacer esta serie?
-Yo me empeñé a presentarme en los casting de las series de comedia. Me presenté a varios de Aquí no hay quien viva. Me decían que por qué no me presentaba como galán. Eso me sonaba a chino, no me conocían. Yo soy de Carnaval, de la comedia. Al final me dio la oportunidad Laura Caballero. Entré como nuevo en La que se avecina, junto a Macarena, Jordi Sánchez, Natalie Seseña y Luis Miguel Seguí.
-¿De dónde le viene esa marcada vocación por la comedia?
-En la escuela de Arte Dramático, en el segundo curso, ya sabía que quería hacer comedia en el teatro. No me planteaba ni cine, ni televisión. Sólo el teatro, para hacer reír. Empecé al poco a trabajar en Yllana, que son muy cañeros. Los conocí y me focalicé en ese camino. Cuando terminé de estudiar la carrera he estado trabajando con ellos durante catorce años y voy a seguir, porque son mi familia, mis hermanos. Empecé con ellos en 2001, han sido muchos espectáculos.
-¿Lo de Arrayán en Canal Sur fue algo imprevisto?
-Lo primero que hice en televisión fue Arrayán. Representaba entonces Star Trip para Yllana y me llamaron. Estuve un par de capítulos y al final me quedé una temporada completa. Fue una escuela. Yo era Juan, el ahijado de Germán Cobos, me metían en el hotel para echar una mano donde fuera...
-¿No dejará ese contacto en vivo con el público?
-Cuando entré en La que se avecina me recomendaron dejar el teatro. Trabajaba todas las semanas en el escenario. Ha sido un esfuerzo, pero al final he llevado las dos cosas adelante. Y al principio era por miedo, porque no sabía cuánto iba a durar la serie.
-Los vecinos se salvaron por las redifusiones en el canal FDF...
-Sí, las dos primeras temporadas no fueron bien. El enganche por completo fue por FDF. Nos dio la oportunidad a acceder a gente que no nos podía ver a otra hora. A medianoche, por las tardes. Lo bueno de La que se avecina es que te puedes incorporar cuando quieras.
-Son personajes que el público siente como sus propios vecinos.
-No es como en otras series. Aquí te da igual la situación personal de los personajes, quieres ver qué van a hacer o decir. A muchos no les importa vernos durante un rato y volver otro día. En las redifusiones de la nueva temporada nos ven más de medio millón de espectadores y casi un millón por descargas. El público nos sigue, a su ritmo.
-¿Cuándo comprueba que empieza a ser muy popular?
-A partir de la tercera temporada noté que era el centro de atención allá donde iba. Como si tuviera un moco en la cara. Te preguntas por qué me miran. Ah, es verdad, porque salgo en la tele. No tengo muchos cambios físicos y la gente se cree que habla con el personaje. Lo más alucinante es que vas por el extranjero y alguien te conoce por La que se avecina. Nos ven en México, en Bulgaria. Nos cuentan de un trabajador de la embajada de Perú, que tras años en Berlín viene a Madrid y que los lunes no sale porque quiere vernos cuando el capítulo se estrena, que le hace mucha ilusión, que para él es como la Superbowl...
-¿No le agobia ser tan conocido?
-No pasa nada. Se puede ser famoso y hacer tu vida normal. La gente sólo te puede dar cariño. Hombre, puedes evitar la salida del colegio, donde hay mucha gente. No vayas a la Puerta del Sol en Nochevieja. Pero yo bajo a por el pan porque en el barrio me conocen. La de veces que he ido al Carnaval de Cádiz, con mi careta, y nadie me ha reconocido.
-¿No le pesa el cariño?
-Siempre se puede dar una contestación amable. Si me preguntan por mi suegra, por las croquetas de mi madre, yo respondo algo gracioso. Son unos segundos. Un actor sabe cómo responder, replicar con gracia. Ojo, y también se puede pasar desapercibido. Es cuestión de intentarlo de verdad.
-Desdramatiza lo de ser reconocido por la calle todo el tiempo.
-Ver que los demás son felices contigo es algo bonito. Para mí también es bonito que me feliciten: es porque lo estamos haciendo bien. Tendríamos que hacerlo en otros cambios de la vida. Decirle a ese funcionario de Hacienda "ole, qué bien calculado. Qué bien me has sellado el papel, por favó". Sería una vida más agradable. Ponlo, ponlo. A mí no me molesta que la gente me moleste. Sería tonto que me escondiera para que no me dijeran nada.
-¿Cómo surgió esa afición por el Carnaval de Cádiz?
-Yo he ido muchas veces al Falla. Eso es una maravilla. Flipo con la gente en la calle. Yo era de los que formaba parte de las agrupaciones. Esa influencia ha sido por un actor de Cádiz, Eduardo Guerrero, que vivió mucho tiempo en Baza y nos transmitió ese cariño. Hacíamos en un año coros, chirigotas, cuartetos y éramos siempre los mismos.
-¿Qué repertorio le iba más?
-Yo me lo pasaba en grande con los cuartetos. Un año parodiábamos Lo que el viento se llevó. Ahí sí era el galán, Red Bull, porque en ese año había salido la bebida... Ese placer de hacer reír a los demás me ha acompañado en la vida.
-En Lo que escondían sus ojos sorprendió en el drama.
-Me decían "qué impresión". Yo no tengo prisas. La vida me pondrá los papeles por delante y ya veré qué pasa, hay tiempo para todo. El drama llega con la edad. Por ahora no voy a renunciar a hacer comedia por parecer más intenso.
-Y también está el cine.
-Me divertí en Villaviciosa y he rodado Los futbolísimos con Carmen Ruiz y Joaquín Reyes.
(Diario de Almería)
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